La inteligencia artificial ya no solo predice resultados deportivos o analiza tendencias económicas: también explora cómo hablamos. Un estudio reciente ha puesto el foco en ciertas palabras que, usadas con frecuencia, podrían dar la impresión de menor claridad intelectual. Aunque el hallazgo genera debate, invita a reflexionar sobre la forma en que nuestro lenguaje impacta en la percepción que otros tienen de nosotros.

El lenguaje como espejo de lo que evitamos enfrentar
Entre los términos más señalados aparece “obviamente”. Aunque a primera vista parece un recurso lógico, la IA advierte que su uso repetitivo encubre una evasión de explicaciones profundas. Quien lo emplea con frecuencia, en vez de detallar o argumentar, intenta cerrar el diálogo. Este mecanismo refleja inseguridad o carencia de comprensión real, lo que convierte una palabra aparentemente inofensiva en un indicador de superficialidad comunicativa.
Otro término destacado es “cosa”. Su vaguedad lo convierte en un comodín, útil para nombrar lo que no se quiere —o no se puede— precisar. Sin embargo, abusar de él sugiere una mente poco estructurada, con escasa atención a los detalles. Así, lo que parece comodidad en la expresión se transforma en una señal de falta de claridad intelectual y de discurso limitado.
Rigidez, egocentrismo y las trampas del discurso
La palabra “siempre” también figura en la lista. Más allá de su cotidianidad, la IA la asocia con un pensamiento rígido. Al tratarse de una expresión absoluta, niega los matices y transmite una visión inflexible del mundo. En discusiones emocionales o debates, usarla constantemente puede revelar ausencia de pensamiento crítico y resistencia al cambio de perspectiva.
El pronombre “yo”, en apariencia natural, se convierte en otro foco de alerta cuando aparece en exceso. Los algoritmos lo relacionan con un lenguaje centrado en el egocentrismo, que limita la apertura hacia otras ideas. Esta repetición coloca al hablante en el centro del universo discursivo, reduciendo la posibilidad de un diálogo equilibrado y enriquecedor.
El recurso fácil a la agresión verbal

El análisis también advierte sobre el empleo habitual del insulto. Más allá de lo cultural, donde en algunos contextos puede sonar gracioso o liberador, la IA interpreta su uso como un signo de baja inteligencia emocional. Denota frustración, carencia de argumentos y poca capacidad de autocontrol. Al optar por la ofensa, se evidencia la dificultad para articular un pensamiento sólido y respetuoso, lo que proyecta debilidad en lugar de fortaleza.
Este recurso, aunque común en entornos informales, puede dejar huellas negativas en la percepción de los demás. Una comunicación basada en agresiones deteriora la imagen personal y transmite un nivel de discurso reducido.
¿Una advertencia útil o un prejuicio moderno?
La lista de palabras identificadas por la IA abre un debate más amplio: ¿realmente el lenguaje refleja nuestro nivel de inteligencia, o es un prejuicio que amplifica estigmas? Quizás la clave no esté en evitar por completo estas expresiones, sino en preguntarnos por qué las usamos y en qué circunstancias.
El estudio no busca condenar, sino ofrecer un espejo para entender hábitos lingüísticos que pueden restar claridad y credibilidad. En un mundo donde cada palabra circula y queda registrada, cuidar cómo nos expresamos se vuelve más relevante que nunca. Reflexionar sobre nuestras elecciones verbales puede ser el primer paso hacia una comunicación más consciente, precisa y poderosa.