La imagen del bombero suele asociarse con valentía y heroicidad. Sin embargo, detrás de cada rescate existe un coste psicológico que pocas veces se visibiliza. El síndrome de burnout se ha convertido en una amenaza real para estos profesionales, sometidos a largas jornadas, emergencias constantes y exigencias emocionales extremas. Reconocer este problema y diseñar estrategias de prevención es clave no solo para su bienestar, sino también para la seguridad de toda la sociedad.
Un riesgo que arde en silencio
El burnout combina agotamiento emocional, despersonalización y pérdida de eficacia profesional. Estudios recientes muestran que afecta de manera alarmante al colectivo de bomberos, aunque la investigación en España sigue siendo escasa. Las largas guardias de 24 horas, la incertidumbre de cada llamada y la exposición a tragedias cotidianas alimentan un desgaste profundo.
Emergencias que van más allá del fuego
La labor de un bombero incluye mucho más que apagar incendios. Pueden enfrentarse a accidentes, fugas de gas, rescates en inundaciones o incluso situaciones de suicidio. La diversidad y crudeza de las intervenciones exigen una combinación de técnica, empatía y temple. Pero esa versatilidad también pasa factura, pues obliga a vivir en alerta constante, con un descanso nocturno casi siempre interrumpido.

Consecuencias en la salud y en el servicio
El burnout en bomberos no solo deriva en fatiga y desmotivación. Está asociado a depresión, estrés postraumático, insomnio y mayor riesgo de lesiones físicas. También incrementa los errores operativos, el absentismo y los problemas de seguridad, comprometiendo tanto al profesional como a la comunidad que protege.
Factores de riesgo y de protección
La vulnerabilidad al burnout varía. Rasgos como el neuroticismo, la baja autoeficacia o recurrir a la evitación aumentan el riesgo. Por el contrario, la inteligencia emocional y encontrar sentido en la vocación actúan como barreras protectoras. Aun así, incluso cualidades tradicionalmente positivas, como una fuerte vocación o la autocompasión, pueden volverse un arma de doble filo en contextos de alta exigencia emocional.

España: un vacío legal y científico
En países como Canadá o Suecia, el burnout en bomberos está reconocido como enfermedad profesional y cuenta con protocolos específicos de prevención. En España, en cambio, ni siquiera está tipificado como tal, lo que limita el acceso a apoyos especializados. Esta ausencia es especialmente grave ante fenómenos extremos cada vez más frecuentes, como incendios forestales o inundaciones.
Prevenir antes de que sea tarde
Combatir el burnout requiere actuar en dos niveles: individual y organizacional. Programas de regulación emocional, resiliencia y afrontamiento activo pueden proteger a los bomberos. Pero también es crucial que las instituciones mejoren el clima laboral, aclaren roles, equilibren cargas y fortalezcan el liderazgo. Cuidar de quienes nos cuidan es una necesidad impostergable.
Fuente: TheConversation.