En Donetsk, donde las ruinas soviéticas se confunden con las trincheras modernas, un puñado de ingenieros y soldados convierte la chatarra en armas. No se trata de héroes anónimos con fusiles, sino de talleres improvisados en los que se ensamblan robots para hacer el trabajo que los humanos ya no pueden asumir sin un precio mortal.
Talleres que parecen laboratorios secretos

En un almacén abandonado, entre estanterías oxidadas y repuestos olvidados, vehículos de otra era cobran una nueva vida. Comunicaciones analógicas sustituidas por enlaces cifrados, chasis herrumbrosos reforzados con piezas impresas en 3D, y antenas de Starlink donde antes hubo viejos periscopios. Cada máquina cuesta menos de 1.000 dólares y puede marcar la diferencia entre perder a un soldado o salvar una posición.
Robots en la zona de muerte
El frente ucraniano ya no termina en la primera línea. Drones kamikaze y artillería extendieron la “zona de muerte” más de 15 kilómetros tierra adentro. Ahí es donde los UGV se han vuelto esenciales: transportan munición, evacúan heridos o, en ocasiones, se sacrifican detonando cargas contra trincheras y campos minados. En diciembre de 2024, se registró incluso el primer asalto compuesto íntegramente por robots.
Una carrera bélica sin manual previo

La 3ª Brigada de Asalto ucraniana logró en 2025 una operación que terminó en rendición rusa sin bajas propias, gracias a un despliegue de UGV. Kiev aspira a contar con 15.000 de estos sistemas a finales de año, mientras Rusia muestra prototipos armados con lanzadores termobáricos. El Donbás se ha convertido en un campo de pruebas a tiempo real, acelerando un ciclo de innovación que en tiempos de paz habría tardado décadas.
La frontera que viene
Los robots ucranianos ya no son solo mulas de carga. Algunos llevan MANPADS Igla capaces de abatir drones, otros módulos de guerra electrónica para cegar radares enemigos. El futuro inmediato apunta a la integración de inteligencia artificial: máquinas que no solo obedezcan, sino que decidan.
En un conflicto marcado por la asimetría, Ucrania encontró en la robótica un escudo inesperado. No es un ejército perfecto ni invulnerable: cada señal puede ser interferida, cada robot destruido. Pero entre el humo y el barro del Donbás, los talleres que resucitan máquinas oxidadas están dibujando cómo podrían ser las guerras del siglo XXI.