Funiculares: reliquias del siglo XIX que aún seguimos usando (y por qué)

Un accidente fatal en Lisboa recordó esta semana que los funiculares, esos tranvías que trepan o descienden por pendientes imposibles, no son piezas de museo, sino transportes en uso cotidiano. Aunque nacieron en el siglo XIX, aún conectan barrios, atraen turistas y forman parte del paisaje urbano en ciudades montañosas. Sin embargo, la tragedia obliga a preguntarse: ¿qué los mantiene en funcionamiento y qué alternativas existen en pleno siglo XXI?

Cómo funcionan los funiculares

A diferencia de trenes y tranvías convencionales, incapaces de subir grandes pendientes, los funiculares emplean un sistema de contrapeso: dos vagones unidos por un cable. El que desciende ayuda a impulsar al que asciende, equilibrando fuerzas. Hoy, algunos incorporan motores eléctricos o transmisiones mecánicas, pero la esencia del mecanismo sigue siendo la misma. Son lentos y robustos, pero efectivos en cuestas que desafiarían a cualquier otro transporte.

Dónde sobreviven estas reliquias

El funicular de Glória, inaugurado en 1885, une el centro de Lisboa con el Bairro Alto y es uno de los más emblemáticos del mundo. Suiza presume del Stoosbahn, el más empinado, con pendientes de hasta 47 grados. En Bolivia, La Paz-El Alto presume del sistema más extenso. España cuenta con el funicular de Bulnes en los Picos de Europa, y en Hong Kong, el Peak Tram lleva a los pasajeros hasta la cima de la isla desde 1888.

Riesgos y modernización

El accidente de Lisboa no es el primero: en 2018 otro vagón descarriló por fallos de mantenimiento, aunque sin víctimas. Estas tragedias evidencian el talón de Aquiles de los funiculares: la seguridad depende de sistemas mecánicos que requieren revisiones constantes. La infraestructura envejecida en muchas ciudades añade vulnerabilidad, aunque la demanda turística y la identidad cultural mantienen estas líneas en servicio.

La alternativa: tranvías del siglo XXI

Frente a estas reliquias, surgen opciones modernas como los tranvías sin vías, híbridos entre autobús y tren que se guían con GPS y sensores sobre neumáticos. Estos sistemas pueden afrontar pendientes de hasta un 15 %, aunque aún no están preparados para las cuestas extremas que resuelven los funiculares. Su mayor seguridad y flexibilidad los convierten en candidatos para reemplazar, a largo plazo, a estas joyas mecánicas del pasado.

Tradición, turismo y futuro

Los funiculares son más que transporte: forman parte del patrimonio de las ciudades y de su atractivo turístico. Sin embargo, cada accidente erosiona su reputación y plantea la necesidad de soluciones más seguras. Quizás su encanto sobreviva como atracción turística, pero el futuro de la movilidad urbana en pendientes parece depender de tecnologías que combinen seguridad, eficiencia y modernidad.

Fuente: TheConversation.

Actualizáte