El motor de combustión no está muerto: Resucita con hidrógeno y lo único que expulsa es vapor de agua

Durante años parecía que el destino estaba escrito: la gasolina y el diésel debían desaparecer, y los eléctricos se convertirían en los nuevos dueños de la carretera. Pero la transición energética nunca ha sido un camino recto. Entre baterías que pesan demasiado y cargas que duran horas, surge una alternativa que combina lo mejor de dos mundos: motores de combustión que, en lugar de humo, solo liberan vapor de agua.

Hidrógeno en vez de diésel

La idea es sencilla, pero revolucionaria. Tomar la tecnología de los motores de combustión —probada durante más de un siglo— y adaptarla para funcionar con hidrógeno de bajas emisiones. Así, un motor tradicional puede sobrevivir a la transición energética, evitando el uso del contaminante diésel y sin tener que reinventar desde cero las cadenas de montaje.

El resultado es doble: menos emisiones y una implementación más rápida. En lugar de esperar a que toda la infraestructura de camiones eléctricos se desarrolle, los fabricantes pueden aprovechar lo que ya existe y dar un salto intermedio hacia la descarbonización.

MAN y Volvo marcan el camino

Adiós a la gasolina, al diésel y hasta a los eléctricos: los nuevos motores que solo dejan vapor de agua
© MAN.

En Europa, dos gigantes del transporte pesado ya tienen planes concretos. MAN entregará en 2025 los primeros 200 camiones con motores de hidrógeno a clientes estratégicos. Volvo, por su parte, comenzará pruebas similares en 2026 con la expectativa de que esta tecnología llegue a ocupar una parte significativa de sus ventas futuras.

Ambas compañías destacan las ventajas frente a los eléctricos: más autonomía, menos peso y recargas rápidas. Para el transporte de larga distancia, estas características pueden marcar la diferencia.

El gran desafío: el hidrógeno verde

El entusiasmo, sin embargo, choca con un obstáculo clave: la producción de hidrógeno verde. Fabricarlo a gran escala sigue siendo caro y la infraestructura para su distribución aún es escasa. Europa y Estados Unidos están invirtiendo en proyectos que prometen ampliar la oferta, pero la realidad es que, de momento, el suministro no alcanza para un despliegue masivo.

Esto obliga a los fabricantes a plantear soluciones de transición, como el uso de biogás o gas natural, mientras se acelera la construcción de plantas y redes de abastecimiento. El riesgo es que, sin un combustible verdaderamente limpio, el impacto ambiental de estos motores quede en entredicho.

Una segunda vida para la combustión

Más allá de los retos, la apuesta por el hidrógeno tiene un valor simbólico: demuestra que el motor de combustión, lejos de estar condenado, puede reinventarse para sobrevivir en la era de la sostenibilidad. Y no se trata solo de tecnología: implica conservar empleos, mantener fábricas en funcionamiento y facilitar una transición menos abrupta hacia un futuro sin emisiones.

En ese futuro, los camiones podrían seguir rugiendo en las autopistas. La diferencia es que, en lugar de humo, dejarían tras de sí algo mucho más inofensivo: una nube de vapor.

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